(Querida) Roma:
Me dijeron que podrías llegar a gustarme, que me ibas a conquistar sin darme cuenta, que me perdería por tus calles y descubríria cosas que nunca creí. Y casi sin proponérmelo me dejé llevar... Al principio intrigada, más tarde maravillada, hasta que conseguiste que cayese rendida a tus pies.
Primero admiré tu belleza, paseé por tus calles, conocí tus barrios, tus restaurantes, tus lugares más conocidos a la vista de todos. Con el tiempo te abriste a mi como un libro abierto y dejaste que viese pequeños rincones llenos de encanto, tu cara A y tu cara B, las huellas de otras personas, la marca del paso del tiempo.
Pronto dejé de sentirme una simple turista para ser ciudadana ejemplar, me pusiste casi en lo más alto, casi diría que tocaba las nubes con la punta de mis dedos. Todo parecía muy sencillo, todo iba bien, demasiado bien... Hasta que me di de bruces contra la realidad... Que cruda y que jodida, por cierto, pues con el tiempo comenzaste a dejarme caer, sin hacer nada para evitarlo... Y yo no llevaba paracaídas, nadie me había previsto para esto. De pronto ya no era reina, era ruina, escombro de tu paso por mi vida como un huracán, arrasando con todo sin darte cuenta o -sin querer hacerlo- de lo destrozabas a tu paso.
Esto me pasó por inocente, porque es muy fácil llegar a ti Roma, es muy fácil encontrar tu encanto y creerse parte de ti. Pero ahora dime, ¿Quién va a atreverse a reconstruir lo que tú dejaste en mil pedazos? ¿Quién será capaz de hacer que, a pesar de todas tus putadas, yo deje de verte preciosa?
Gracias por darme primaveras en invierno, por mostrarme las constelaciones de tu espalda en días nublados
domingo, 17 de agosto de 2014
Roma no es de fiar
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario