lunes, 27 de octubre de 2014

Granadas, corazas y ruinas

Un día irás de la mano con tu chica, seguramente alta, esbelta, de pelo largo y pestañas infinitas. Un día paseareis por la calle y acabarás sentado en el mismo banco y maldiciendo ese helado de turrón que se derrite demasiado rápido y te mancha la barbilla, pero dirás que fue intencionado para robarle un beso a tu conquista, fuiste siempre tan embaucador, tan ilusionista. Te verás muerto de frío por dejarle tu chaqueta aunque te juegues una semana con gripe, tu siempre tan atento. Te llevarás tu Canon y con la excusa de fotografiar la primavera, le harás fotos a escondidas que luego le regalarás un álbum que recoja esas y otras muchas fotos más, siempre te ha encantado sorprender a la gente. Ella nunca te dirá que más que de vela y mantas, le gusta tumbarse a observar el cielo mientras escucha a Russian Red, pero eso tú ya lo habrás -misteriosamente- adivinado. Eres detallista, con lo que conseguirás sorprenderla más días de los que ella pudiese imaginar.
El día que ya la tengas más que ganada y enamorada, te habrás cansado y decidirás que ya no la necesitas a tu lado. Y de pronto verás que se te escapaba el pequeño detalle de que ella era demasiado observadora como para ser ciega contigo, que cuando vayas a soltar la bomba, ella ya habrá huido del campo de batalla dejándote un tratado de paz firmado por una de las partes, dando a entender que una retirada a tiempo también significa ganar una batalla. En este caso habrá conseguido proteger su corazón de tus granadas, mientras tú jugabas a enamorarla, ella construía su propia fortaleza en la que jamás tendrás permiso para entrar.
Ahora tú eres ruina y ni siquiera lo ves, porque tus muros siguen intactos. No pides ayuda mientras tu interior grita un auxilio que retumba en tus oidos pero que te niegas a escuchar, siempre tan obstinado.

El día que destruiste mi campamento y arrasaste con todos mis refuerzos te advertí, te dije que no todas serían tan idiotas como yo. Pensé que tendrías en cuenta mis consejos, un poquito más al menos que mis sentimientos. Ahora tienes muchas armas pero nadie a quien enfrentarte, espero que mi voz resuene en tu cabeza y me recuerdes
ahora que yo te he olvidado.

Atentamente, mis ruinas.



jueves, 16 de octubre de 2014

Dispara o sonríe, dolerá de todas formas

Te me has ido de las manos, te has ido escapando lentamente como esos granitos de arena contenidos en una figura de cristal. Tú lo sabías, viste desde el principio la fecha de caducidad que esto tenía y no tuviste las agallas de decírmelo. Maldito cobarde. También conocías todo lo que yo veía en ti y aun así te marchaste por la puerta de atrás. Me conoces mejor que yo misma y eso me asusta todavía hoy.
Después de muchos meses creo que ya soy capaz de meterte una carta en el buzón -aun no me siento preparada para escuchar tu voz a través del teléfono, toda la paz que me transmitieses se cortaría en cuanto pulsase el botón rojo- Espero que deduzcas como estoy por mi puño y letra, han sido muchos años de convivencia.

Me metí en la boca del lobo y me quedé allí a dormir. Que oliese a ti fue la excusa más tonta y masoquista que he usado nunca. Es cierto que no es oro todo lo que reluce, pero brillabas tanto y a la vez transmitías una luz tan cálida que, si alguna vez hubieses prendido, me hubiera dejado rodear por el fuego, inmune a tus llamas. Pero cuando empecé a ver, fui yo la que no quiso mirar más allá de lo que tenía delante, no quería aceptar que te desvanecías y yo misma me coloqué la venda sobre los ojos. No tuve, o no quise tener, el valor de quitármela hasta que viniste a por tus últimas cosas y te fuiste de puntillas y sin hacer ruido. Ojalá hubieras oido el eco de mi corazón en ese instante, quizás hubieses vuelto.
Tu abriste y cerraste mis puertas. Me puse un candado a prueba de balas y cabrones como tú, y tiré la llave al río; quién sabe, puede que un día alguien un poco menos rana que tú y algo más persona, llame a mi puerta y lleve esa misma llave colgada del cuello.
Esto es todo, o nada.
Iba a ser siempre tuya y ahora soy solamente mía, para siempre.

Gracias por hacerme daño para descubrir que a quien no debo fallarle nunca, es a mi misma.