domingo, 11 de enero de 2015

Sombras

Voy andando, arrastrando los pies... me pesan los daños, los recuerdos, las palabras punzantes. Hasta los años que me has quitado cada vez que te ibas se van reflejando en mis ojos cansados, apagados.
Noto como me pisa los talones, como quiere enredarse en mis pies para que caiga de nuevo. Me persigue día y noche: tu sombra jamás descansa.
Camino intentando no tropezar en la misma piedra, evitando los cristales rotos que me ha dejado tu paso por mi vida. Has acabado por completo con mi coraza y ahora busco tu sabor en otras bocas.
Me dejaste desnuda de secretos y sin ti. Cuando habías conseguido mi plena confianza te marchaste, volviendo al tiempo con mantas... Sabías que seguiría esperando a que volvieras. Cuando me arropases yo ya habría vuelto a perdonarte hacía rato.

Sabía que en cualquier momento se acabaría el tabaco y tendrías que ir a por más. Te ibas junto con la decisión de volver a mi casa o buscar un pecho nuevo sobre el que dormir. Pero es que juro que me cogías de la mano y el mundo desaparecía a mi espalda junto a la rutina, que te miraba con envidia porque ibas a hacerme descubrir rutas inexplorables.

Ahora es tu sombra quien me busca, en forma de llamada, de un encontronazo inesperado con tus ojos, de una canción que me traiga demasiados recuerdos, de un rincón que me susurre tus mismas palabras, de espejos que reflejen la sonrisa que me creaban tus besos.

Ojalá se apagaran todas las luces, ojalá hubiese oscuridad total durante mucho tiempo. Sería un alivio desorientar a tu sombra y reencontrarme con la mía, si es que me reconoce.

viernes, 2 de enero de 2015

La vuelta al mundo

Café entre las manos y bizcocho para compartir.
Una fría tarde de enero y mucho espacio entre los dos.
Demasiadas cosas de las que hablar.
El vaho llenaba el espacio,
La humedad nos calaba los huesos
Y tus palabras hirientes
cruzaban el ambiente.
Yo no hacía más que esquivar los golpes.
El corazón deseaba arrancarte un último beso,
mi cabeza decía: piérdele de vista.
Y en un momento de rabia, de desesperación
te dije,
sin mirarte a la cara,
que ojalá estuvieras
en la otra punta del mundo.
Deseando con toda el alma,
que no descubrieras
que La Tierra era redonda.
Así, cuando llegases
podría mirarte a los ojos
una última vez.