domingo, 27 de abril de 2014

La imperfección también es bonita

No es rubia, no tiene ojos claros, no tiene el mejor físico, no suele llamar la atención y hay aspectos de su personalidad que te irritan. No sabes ni cómo ni por qué, pero te ha calado hondo y no puedes sacártela de la cabeza. Y tú, cabeza hueca, que siempre has asociado la belleza y la perfección que buscabas en otro prototipo, te encuentras de pronto con que esa sonrisa torcida, esos ojos tan comunes, esa risa tan extraña y escandalosa, esos cambios de humor y esa manera tan diferente a la tuya de ver la vida, se han convertido para ti en las imperfecciones con las que nunca te has encontrado.
Te empeñaste en buscar la perfección en un estereotipo fijo sin darte cuenta que la imperfección es otra de las cualidades que hacen especial a su manera. Porque no será la típica chica que se lleva a todos los tíos de calle, tan sencilla de entender como esperabas ni te pone las cosas tan fáciles como te gustaría. Pero a ti, que creias conocerte a ti mismo, te ha roto los esquemas, te ha desordenado todo, como si de pronto alguien hubiera entrado a tu cuarto y lo hubiera destrozado todo sin venir a cuento.
Y es que, por mucho que lo neguemos, tenemos esa manía de seguir una línea fija sin atrevernos a salirnos del camino.
Tendemos a seguir el sendero fácil por el que todo el mundo va porque pensamos que es el más correcto sin darnos cuenta que, a veces, hay que detenerse y descubrir que la imperfección de un camino secundario puede darnos más felicidad por el simple hecho de que es más perfecto a nuestro parecer aunque a los ojos de los demás sea una aunténtica locura.

lunes, 14 de abril de 2014

Butterfly

Vacío.
Eso es lo que sintió entonces. Así como un golpe seco en el estómago que hizo que todas las mariposas que había acumulado en el estómago salieran disparadas.
El vacío trajo consigo la realidad, otro golpe seco. Se dio cuenta que las cosas nunca habían sido como pensaba, que nada había sido de color de rosa, y que esas estúpidas mariposas y los pájaros en la cabeza, le habían jugado una mala pasada. Comenzó a asimilar que no es que todo se hubiera acabado porque quizás ni siquiera había comenzado, se dio cuenta de que las cosas no cambian por si solas, que a lo mejor debería haber cogido el toro por los cuernos cuando pensó que era arriesgado.
Fue entonces cuando llegó la siguiente parte: la rabia y el miedo. Rabia por ser tan cobarde, por huir de la situación en vez de enfrentarse a ella, por no tener las agallas de decir la verdad... Y miedo, miedo a retroceder, a perderlo todo, a no ser capaz de ir a por lo que había dejado escapar.
No era capaz de pensar con claridad... Le decían que dejara la mente en blanco, que centrara su cabeza en otra cosa, que a lo mejor tenía que pasar porque le esperaba un futuro próximo mejor que no conocía.
Y lo intentaba, lo intentaba sin descanso, pero por más que andaba intentando esquivar esa piedra terminaba chocando con la misma una y otra vez. Y desde entonces allí sigue, delante de esa piedra, intentando comprender, intentando averiguar la manera de esquivarla... Lo que en realidad no ve, o no quiere ver, es que quizás deba aprender que debe saltarla, que debe "enfrentarse" y superar un pequeño obstáculo que, en comparación con otros aspectos de su vida, es prácticamente insignificante.