lunes, 14 de abril de 2014

Butterfly

Vacío.
Eso es lo que sintió entonces. Así como un golpe seco en el estómago que hizo que todas las mariposas que había acumulado en el estómago salieran disparadas.
El vacío trajo consigo la realidad, otro golpe seco. Se dio cuenta que las cosas nunca habían sido como pensaba, que nada había sido de color de rosa, y que esas estúpidas mariposas y los pájaros en la cabeza, le habían jugado una mala pasada. Comenzó a asimilar que no es que todo se hubiera acabado porque quizás ni siquiera había comenzado, se dio cuenta de que las cosas no cambian por si solas, que a lo mejor debería haber cogido el toro por los cuernos cuando pensó que era arriesgado.
Fue entonces cuando llegó la siguiente parte: la rabia y el miedo. Rabia por ser tan cobarde, por huir de la situación en vez de enfrentarse a ella, por no tener las agallas de decir la verdad... Y miedo, miedo a retroceder, a perderlo todo, a no ser capaz de ir a por lo que había dejado escapar.
No era capaz de pensar con claridad... Le decían que dejara la mente en blanco, que centrara su cabeza en otra cosa, que a lo mejor tenía que pasar porque le esperaba un futuro próximo mejor que no conocía.
Y lo intentaba, lo intentaba sin descanso, pero por más que andaba intentando esquivar esa piedra terminaba chocando con la misma una y otra vez. Y desde entonces allí sigue, delante de esa piedra, intentando comprender, intentando averiguar la manera de esquivarla... Lo que en realidad no ve, o no quiere ver, es que quizás deba aprender que debe saltarla, que debe "enfrentarse" y superar un pequeño obstáculo que, en comparación con otros aspectos de su vida, es prácticamente insignificante.

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