martes, 10 de febrero de 2015

Quien busca, no siempre encuentra

Dicen que tiene alas, pero que no vuela. Dicen que sabe bailar bajo la lluvia, también cuando llueve en su interior, intentando que la tristeza se le escape por los pies. Dicen que sonríe y que salva, que embruja. Dicen que provoca huracanes cuando pestañea, que toca el cielo con sus pestañas. Hablan sobre su forma de andar, sobre la forma de atrapar que tiene el movimiento de sus caderas. Envidian que pise fuerte, que jamás baje la cabeza y que sea la seguridad en sí misma. Aman la forma en que ama, como se deshace en un abrazo para formar parte de la otra persona, como crea obras de arte uniendo lunares con los dedos. Aman como se desliza, como llega sigilosamente y como consigue ser imprescindible, es imposible desprenderse de la magia.
Dicen que la están buscando.

Pero ¿Cómo van a encontrarte los demás si ni tú misma sabes dónde estás? ¿Y si no sabes en que rincón de ti te escondes?

Quiere echar a volar, pero le pesan las alas, le pesa el saber que ya no tiene a quien llevar en sus viajes. Ya no sale a bailar, las inundaciones le llegan a nivel de los pulmones, teme perder el aliento. Su sonrisa ha desaparecido como acto de rebeldía, ha dejado en su lugar una aviso de socorro. Ya no tiembla el suelo, arrastra los pies y nadie se gira a mirarla, ni ella lo quiere. Solo necesita unos ojos a los que hace tiempo que no ve. Y ya no abraza ni es autora de obras de arte, ha perdido la fe en la magia.

Si quieren encontrarla, tendrán que seguir los pasos que el tomó, seguir el camino de baldosas amarillas. Si llegan a tiempo, la salvarán de esconderse de sí misma para siempre.

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