jueves, 13 de septiembre de 2012

Una cosa es hablar, y otra actuar.

"Yo soy más de dar que de recibir" es algo que mucha gente dice pero que muy pocos cumplen. Nos pasamos los días intentando resolver los problemas de alguien que confía en nosotros esperando que los ayudemos con sus problemas ya que ellos no son capaces de arreglar los suyos solos y tomar ciertas decisiones solos, se hace grande. Daríamos prácticamente la vida por ellos, porque nos importan demasiado como para dejarlos a la intemperie de sus malos momentos que los hace sufrir, nos llegan a importar más ellos que nosotros mismos, ya que infravaloramos nuestros problemas dejándolos esperando en un rincón del alma esperando a resolver los suyos para poder ocuparnos de los propios.
Pero aunque siempre digamos que no nos importa no recibir el mismo afecto de una persona o la misma comprensión, nuestros problemas no dicen lo mismo y nuestra cabeza y corazón tampoco, necesitan la misma ayuda exterior que el resto de la gente. Y es ahí cuando empiezas a echar de menos no recibir lo mismo de una persona cuando tú en su momento lo hiciste pensando: " si he ayudado a resolver sus quebraderos de cabeza, puede que quiera agradecérmelo e intente que yo me sienta bien".
Pasado un tiempo una se cansa de dar, dar y dar a los demás intentando ganarse a personas en las que confiar para confiarle tus secretos esperando un consejo o una opinión, y en cambio no recibir nada. Eso va quemando poco a poco. Cuando crees que has hecho todo lo posible y que eso se queda en nada y que además recibes palabras que crees injustas, entonces es cuando te das cuenta de que solo vas a estar tú para tí misma, para sacarte las castañas del fuego, sin esperar nada a cambio.
Aunque nada de eso tiene que ver con que no queramos recibir cariño por parte de los demás, de vez en cuando no está mal.

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